Con motivo del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), ponemos bajo el foco, por su compromiso en materia de género e igualdad, a Sònia Saborit, Jefa de la Sección de Pre-Award del IRB Barcelona y también miembro del Comité de Igualdad y Diversidad del centro.
Sònia se graduó en Filosofía por la Universidad de Barcelona (UB) en 1997. Su interés siempre se ha centrado en plantearse preguntas y en explorar diferentes perspectivas sobre determinados temas. Admite que, a pesar de que no se esté ganando la vida como filósofa, le gusta pensar que está aplicando los conocimientos adquiridos en la universidad: "Allí es donde aprendí a pensar, donde desarrollé el pensamiento crítico, donde aprendí cómo organizar las ideas y exponer mis argumentos", afirma.
“Cuando empiezas a leer sobre género y feminismo, te cuestionas tu propia identidad, te preguntas si lo que has hecho hasta ahora es lo que realmente querías o si era lo que se esperaba de ti”.
Es “académica” por naturaleza y tiene una gran inquietud por aprender: además del título de grado, cuenta con un Posgrado en Filosofía y Empresa (UB), un MBA (EAE-UPC) y un Máster en Estudios de Género (UB). De hecho, no hace mucho que obtuvo este último título (julio de 2019). Con el reto de hacerlo compatible con sus compromisos familiares y profesionales durante los cuatro años que ha durado, con este máster ha podido canalizar su pasión: “Hace unos años, empecé a interesarme por los temas relacionados con el género y por la cuestión de cómo ser mujer te coloca en un lugar específico en el mundo. Qué cosas eliges tú y cuáles te imponen la cultura, la sociedad, tu contexto, etc.”.
Sònia está interesada en las barreras estructurales que provocan que, a pesar de todos los esfuerzos realizados, la situación de las mujeres en el mundo académico todavía siga en desventaja en comparación con la de sus homólogos varones. Algunos ejemplos de dicha desventaja son el techo de cristal y la brecha salarial, así como la falta de mujeres en algunas disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering, Maths). Su proyecto final de máster se centró precisamente en una de esas barreras: el acceso limitado de las mujeres a los círculos o redes, tanto formales como informales.
“Los estudios de género muestran que la pertenencia a redes (sobre todo a las informales), ejerce un efecto positivo en el desarrollo de la carrera profesional. Se ha demostrado que las personas que gozan de éxito a nivel profesional pertenecen a multitud de redes que, además, son tupidas y robustas. Según los estudios sobre comportamiento organizacional, las redes informales son las más influyentes y los entornos informales (por ejemplo, los momentos anteriores o posteriores a las reuniones “formales” o los coffee breaks de los congresos) son precisamente aquellos en los que se toman muchas decisiones importantes. Al mismo tiempo, las redes informales son las menos transparentes y difíciles de rastrear y las reglas que las rigen son menos claras. Lo interesante del tema desde una perspectiva de género es que, tal como muestran los estudios de género, las redes son predominantemente masculinas y el acceso de las mujeres (y de las minorías) a ellas es pobre en comparación al de los hombres. En este sentido, uno de los factores clave para equilibrar la situación es la conciencia de género y la conciencia de la importancia de las redes. En su proyecto, Sònia entrevistó a 7 miembros del personal investigador del IRB Barcelona. A pesar de tratarse de un proyecto pequeño, es el primero en abordar el impacto de dichas redes en los campos de la investigación biomédica y en el contexto de España.
Sònia resalta la importancia de la sensibilización: "La sensibilización en las desigualdades de género es algo que debería trabajarse en todas las edades y todas las esferas de la sociedad: en el entorno laboral, en el académico, en los medios de comunicación...", apunta. En este sentido, el Comité de Igualdad y Diversidad de IRB Barcelona dedica esfuerzos considerables a esta cuestión. “Estamos organizando iniciativas de capacitación orientadas a sensibilizar sobre las discriminaciones y las desigualdades en todas sus formas (no solo en función del género, sino también de la raza, de la orientación sexual, de la identidad de género, de la religión, etc.). Este es el primer paso. El punto es que si alguien no nos hace ver la existencia de este tipo de discriminaciones, sencillamente no las vemos. Tenemos que acostumbrarnos a ver el mundo a través de las gafas violeta”.
Así pues, ¿en qué momento nacen los estereotipos de género? Muy temprano, y el patio del colegio es un ejemplo. Ahí podemos ver que el fútbol es un juego en el que se todavía se implican mayoritariamente los niños, lo que, de manera sutil, puede disuadir a las niñas de jugar (tendemos a participar en actividades que involucran a personas con las que nos podemos identificar). Del mismo modo, por ejemplo, los niños aprenden rápidamente que “no deben” vestirse "de niña". Aprendemos lo que es "aceptable" o "normal" para nuestro género a una edad muy temprana y esta normatividad es especialmente estricta con los niños. Es más fácil para una niña disfrazarse de bombero que para un niño hacerlo de princesa: la sociedad castiga especialmente el comportamiento de los niños considerado afeminado o “poco masculino”. En este sentido, Sònia cita a la feminista estadounidense Gloria Steinem: "Hemos empezado a educar a nuestras hijas como hijos… pero pocos tenemos la valentía de educar a nuestros hijos como a hijas". Realmente, esta afirmación da que pensar.
“Antes me preguntabas qué relación tiene la filosofía con los estudios de género. Cuando empiezas a leer sobre género y feminismo, te cuestionas tu propia identidad, te preguntas si lo que has hecho hasta ahora es lo que realmente querías o si era lo que se esperaba de ti”, afirma.
El Día Internacional de la Mujer podría ser una buena ocasión para ponernos el sombrero de filósofas y plantearnos algunas preguntas. ¡Las respuestas pueden sorprendernos!